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Salmo 1

  • 15 feb.
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 10 mar.

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1 ¡Oh cuántas dichas las del varón que no anduvo en consejo de malos,

Ni se detuvo en camino de pecadores,

Ni en silla de escarnecedores se ha sentado,

2 Sino que en la Torá de YHVH está su delicia,

Y su Torá susurra día y noche.

3 Será como árbol plantado junto a corrientes de agua,

Que da su fruto a su tiempo,

Y su hoja no cae,

Y todo lo que hace, prosperará.

4 No así los malos, que son como la paja que arrebata el viento.

5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,

Ni los pecadores en la congregación de los justos,

6 Porque YHVH conoce el camino de los justos,

Más la senda de los malos perecerá.


Comentario:


En el Salmo 1 se alaba al hombre que ha contraído su vida de relacionarse con hombres impíos, aquellos cuya conducta es desprovista de justicia. Que no se ha sentado en silla de escarnecedores, donde se utiliza el hebreo לֵצִׄים (proveniente de לוּץ, similar a מת de מוּת), es decir, los burladores, aquellos que ridiculizan y hacen juegos frívolos con todo lo que es santo y verdadero. Señala a aquel que se burla de Elohím (Dios), de su Torá y ordenanzas, de su juicio y de su pueblo. En Proverbios 9.7-8, el escarnador es colocado en oposición al sabio, cuyo corazón está lleno de reverencia santa hacia Elohím (Dios) y las cosas divinas.


El autor del salmo presente a tres tipos de impíos:


1) impíos de corazón.

2) pecadores de obra.

3) engañadores y burladores de boca.


Los paralelismos aquí se dividen en tres miembros: quien no anda, quien no se detiene, quien no se sienta. Así, el justo no estuvo en su 1) consejo, el significado de la expresión “andar en el consejo de alguien”, uniformemente significa “adoptar sus planes, compartir sus mismos proyectos”, como en 2 Crónicas 22.5, donde “anduvieron según su consejo” corresponde a “anduvieron en los caminos de la casa de Acab” (v. 3) quien “hizo lo malo ante los ojos de YHVH, como la casa de Acab”. Ni anduvo, este hombre justo del Salmo 1, en su 2) camino anduvo con ellos, no sigue con ellos los mismos senderos morales, ni actúa como ellos y 3) no compartió silla con ellos, en el sentido social o uno oficial. Sentarse en la silla de los escarnecedores es, en otras palabras, sentarse como escarnecedores.


Conforme a lo mencionado, dichoso es aquel que no adopta la mentalidad de los impíos, que no se junta con los que llevan una vida viciosa, es decir, con los pecadores, y que no encuentra placer en la compañía de aquellos que se burlan de Elohím (Dios) y su santidad.


Por tanto, si tu vida está rodeada de hombres impíos que incitan al mal, cuyos actos son pecaminosos, que maquinan continuamente la iniquidad—fornicadores, bebedores, deshonestos, rebeldes contra sus padres y burladores de todo lo que pertenece al Santo, bendito sea—apártate de ellos para no participar en sus pecados, pues terrible es caer en manos del Elohím viviente (cf. Hb 10:31). A diferencia del camino del pecado, el hombre justo medita en la Torá de YHVH día y noche. El término hebreo traducido como medita, יֶהְגֶּה, refleja lo que este hombre busca hacer constantemente. En realidad, esta palabra hebrea significa susurrar o quizás también soliloquio, hablar consigo mismo de manera reflexiva.


La comunión con la injusticia, que el hombre piadoso evita con celo, se coloca aquí en oposición a Elohím y su Torá, que él busca con celo. Su deleite está en la Torá de Adonái (el Señor), y en su Torá medita día y noche. El vocablo תורה (Torá) nunca tiene el significado general que a menudo se le atribuye aquí por algunos expositores—doctrina; sino que siempre tiene el sentido más específico de Ley. Que este es el sentido aquí es completamente obvio al comparar los pasajes paralelos, los cuales también muestran que la Torá a la que se refiere aquí es aquella escrita, según el Salmo 40.8, en el volumen del libro o rollo, llamado la Torá de Moshé (Moisés), que siempre debe entenderse dondequiera que se hable de la Torá o Ley en los Salmos. Y en lo que respecto a que la Torá es su deleite, es un simple y puro placer del corazón, y un deseo particular hacia la Torá de Elohím (Dios), que posee a aquel a quien este Salmo declara dichoso, y que no busca lo que la Torá promete, ni teme lo que amenaza, sino que siente que la Torá misma es algo santo, justo y bueno. No se trata solo de un amor por la Torá, sino de un profundo placer y deleite en ella, que ni el mundo ni sus príncipes pueden arrebatar, ni en tiempos prósperos ni adversos. Este deleite brilla triunfante a través de la pobreza, el reproche, la cruz, la muerte o el infierno (es decir, la condena eterna), pues tal deseo se manifiesta con mayor claridad en la necesidad, la angustia, la adversidad y la persecución.


Esta santa Torá es la enseñanza divina que Elohím (Dios) ha otorgado a Israel y a la humanidad, con el fin de liberarlos del pecado y capacitarlos para servirle. El que así hace, el autor del Salmo, lo compara a un árbol, que da fruto a su tiempo, su hoja no cae, y prospera en lo todo que hace. El hebreo "plantado", שָׁתוּל (shatúl), se refiere a un árbol firmemente plantado, de forma que ningún tipo de viento que se abalance contra él puede arrancarlo de su lugar. Yeshúa el Mesías presenta una ilustración similar al decir que aquel hombre que pone en práctica sus palabras, su Torá, será como hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca, sobre la cual descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca (Mt 7.24-25). Y es que, los impíos no producen buen fruto, pero los justos, en cambio, son como un árbol que produce el fruto que se espera que produzcan.


Este hombre justo que medita en la Torá de YHVH de día y de noche, se compara a un árbol, cuya hoja no cae, y, por lo tanto, da buen fruto, porque un árbol que ha perdido sus hojas no puede hacer que maduren sus frutos. Este hombre será prosperado, es decir, todas las cosas que el justo emprende con el fin de servir a su Elohim (Dios) las lleva a cabo con éxito (esta expresión es semejante a la que aparece 2 Crón 7:11; 2 Crón 31:21).


De manera, que la comparación de un hombre que medita en la Torá de Elohím, y en ella está su deseo, tendrá fruto, así como lo que un torrente rico en agua es para el árbol plantado a su lado, eso es la Palabra de Elohím para aquel que la escucha y medita en ella para ejecutarla.


La Palabra de Elohím (Dios) permite que el hombre, de acuerdo con su estado y vocación, siempre fructifique en buenas obras, cada una en su debido tiempo. Ella lo mantiene constantemente fértil en su vida interior y exterior, de modo que cualquier cosa que emprenda la pueda realizar con éxito, ya que en todas sus acciones lo acompaña el poder de la Palabra y la bendición de Elohím (Dios). Pero los impíos (הָרְשָׁעִים) son lo opuesto a los árboles plantados junto al curso de agua. Ellos son כַּמֹּץ, como la paja (de מוּץ, exprimir), que el viento avienta y dispersa de la era situada en una zona elevada (cf. Is 17.13). Cabe señalar que, en Oriente, las eras de trilla se colocan en las alturas. Lanzan al aire el grano ya trillado hasta que el viento ha dispersado el tamo. Estos árboles impíos, no tienen raíces profundas ni fruto en la parte superior, están desprovistos de toda fuerza y frescura de vida, y se encuentran sin protección, expuestos a cualquier viento, sin valor propio ni estabilidad.


Estos impíos, hacedores de maldad, burladores de lo santo, no se levantarán en el juicio, es decir, no forman parte בּמִּשְׁפָּט, esto es, en el juicio. Esta palabra refleja el buen juicio y la justa recompensa que Elohím (Dios) otorga a cada individuo y a todos, sin excepción (cf. Eclesiastés 12.14). Muestra el gobierno recto de Elohím (Dios), quien considera tanto la vida de cada persona como la historia de las naciones, recompensando a cada uno conforme a sus méritos. En este juicio de Dios no podrán mantenerse en pie los impíos (con לֹא־יָקֻמוּ, de קוּם, permanecer levantados, como עמד, Sal 130:3, mantenerse derecho), ni los pecadores podrán formar parte de la asamblea de los justos (בַּעֲדֶת צַדִּיקִים). La congregación (עדה) de los justos es la congregación de Yahvé (עדת ה), que, según su naturaleza, ordenada y ratificada por Elohím (Dios), es una congregación de los justos, de la cual los impíos solo pueden formar parte de un modo externo y aparente, pues no todos los que son de Israel son Israel (Rm 9.6).


El juicio de Elohím (Dios), donde y cuandoquiera que se lleve a cabo, destruirá la aparente posesión de los impíos. Cuando llegue el tiempo de la decisión divina, Elohím separará de manera externa lo que ya está internamente separado, es decir, a los justos de los injustos, al trigo de la paja. En ese momento, los injustos serán rechazados, como la paja arrastrada por la tormenta, y su prosperidad temporal, que carece de raíces divinas, llegará a su fin de manera temerosa y judicial. Todo esto ocurrirá porque Elohím conoce el camino de los impíos, como se menciona en Salmo 37.18 (cf. en el Nuevo Testamento: Mt 7.23; 2 Tim 2.19).


El "camino del justo" representa el curso de su vida, cuyo objetivo final es Elohím. Ciertamente, Elohím conoce este camino, y si es recorrido adecuadamente siguiendo la instrucción de la Torá, porque medita en ella día y noche, lleva infaliblemente a su meta. Por el contrario, el camino de los impíos (וְדֶ֖רֶךְ רְשָׁעִים) תֹּאבֵד, perece y se destruye, porque, al estar abandonado a sí mismo, conduce a la perdición. Se hunde en el abismo (אבדּון), perdiéndose a sí mismo y sin alcanzar su objetivo, destruyéndose en la oscuridad. Solo el camino de los justos es דּרך עולם (Salmo 139:24), un camino eterno, que conduce a la vida eterna. En este contexto, los Primeros Discípulos de Yeshúa fueron llamados "Los del Camino" (Hch 9.2; 19.9; 19.23; 22.4; 24.14).

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