El Sermón del Monte (Mt 5)
- 10 feb
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Actualizado: 1 mar

La tradición latina sitúa el lugar conocido como "El Sermón del Monte" en Kurun Hattin, una colina a 15 km de Tell Hum, entre Cafarnaúm y el monte Tabor. Su forma de silla de montar permite conciliar "subió al monte" de Mt con "bajó con ellos y se detuvo en un lugar llano" de Lc 6,17. Sus dos cuernos embellecen la escena, ya que el cuerno representa a los reyes (Dn 7,24; 8,20-22; Lc 1,69; Ap 17,12), qéren (קֶרֶן) en hebreo, donde proviene el español corona y el inglés crown. Aquí se presenta el Rey ante su pueblo con las buenas nuevas del Reino. El mensaje está dirigido a sus discípulos (Lc 6,20). Midrásicamente, el escenario evoca a Moshé viendo la Tierra del Reino desde el monte Pisgá sin pasar el Jordán (Dt 3,27; 34,1-4) y anunciando la buena nueva al pueblo (Dt 1,8). En contraste, Yeshúa pasa el Jordán en su inmersión en agua, y como Rey regente muestra el Reino, pero el camino será difícil (Mt 7,13-14). Como Moshé enseñó que guardar la Torá era necesario para entrar en la tierra, Yeshúa eleva la Torá a una altura espiritual mayor para los "hijos del Reino". Como Moshé, Yeshúa se sentó a enseñar (Éx 18,13-15). En dos ocasiones se sentó Moshé. Al enseñar al pueblo (Éx 18,3) y al recibir las tablas de la Torá (Dt 9,9 en heb.: “me senté en el monte”). Al recibir las tablas, Israel aceptó el yugo de la voluntad de Dios. Yeshúa como Rey presenta una propuesta similar a sus discípulos: seguirlo y cargar con su yugo ante el sufrimiento. A través de las Bienaventuranzas, Yeshúa se describe a sí mismo, y desea que su discípulo sea imitador de su persona. Enseña que la herencia del Reino será otorgada selectivamente, no irá a los malvados sino a aquellos que confían en él y hacen el bien (cf. Sal 37,3), los que esperan en Yehové (cf. Sal 37,9,34), los discípulos pobres, inocentes y enlutados por la persecución de los malvados (cf. Sal 37,14; Is 61,2), los mansos (cf. Salmo 37,11), los justos (cf. Salmo 37,29) y los pacificadores y puros de corazón (cf. Sal 37,37). Compárese con la instrucción del rey David (Sal 37).
Yeshúa concluye las bienaventuranzas anunciando su razón: como discípulos del Mesías, ellos habrían de sufrir: "Dichosos sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan" (Mt 5:11).
Bienaventurado
El hebreo para bienaventurado es "dichoso" (אַשְׁרֵי; ashréi), como dirá en la profecía de Malaquías: "Y todas las naciones os dirán dichosos; porque seréis tierra deseable, dice el Eterno de los ejércitos. (Malaquías 3:12). El remanente justo del pueblo de Israel había dicho en su corazón: "Por demás es servir a Elohím. ¿Qué aprovecha que guardemos su Torá, y que andemos afligidos en presencia del Eterno de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados /Dichosos son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon." (Malaquías 3:14-15). En las bienaventuranzas de Mt 5, se describe la felicidad y dicha de los discípulos de Yeshúa que padecen persecución debido a su identificación con su Nombre, pues serán herederos y ciudadanos de su Reino.
Las Características que Identifican a los Discípulos de Yeshúa
En Mateo 5 las Bienaventuranzas son una guía sobre cómo debe comportarse el discípulo de Yeshúa, según la justicia que debe regir su conducta. La escena se asemeja a la de un rabino que pregunta a su nuevo discípulo si está dispuesto a asumir el yugo que él mismo lleva. Si el discípulo acepta el llamado, deberá imitar al rabino y cargar con el mismo yugo. Las bienaventuranzas representan la imagen y el carácter de Yeshúa, y reflejan su deseo de que sus discípulos lo imiten. Yeshúa les enseñará a los nuevos discípulos que, para ser reconocidos como verdaderos discípulos suyos, debido a su identificación con su Nombre, deberán cargar con el yugo del sufrimiento, la adversidad y la persecución. Frente a estas pruebas, deberán demostrar un comportamiento acorde con los valores y principios que caracterizan a los discípulos de Yeshúa. De esta manera, las Bienaventuranzas era la propuesta para los nuevos discípulos de Yeshúa, quienes deben estar dispuestos a llevar su yugo. Deberán asumir esta carga y mantener un comportamiento ejemplar, especialmente en momentos de cruel opresión por parte de los impíos debido a su identificación con su Nombre. Al cumplir con estas características, serán identificados como sus discípulos, y Elohím les mostrará misericordia. La recompensa será heredar el Reino de Elohím en el mundo venidero. Según las Bienaventuranzas, la herencia del Reino será otorgada sin duda, pero selectivamente. No irá a los malvados sino a aquellos que confían en el Eterno y hacen el bien (cf. Salmo 37.3), aquellos que esperan en el Eterno (cf. Salmo 37.9, 34), los mansos (cf. Salmo 37.11) y los justos (cf. Salmo 37.29). Se asemeja a la instrucción del rey David, y la guía que él ofrece en el Samo 37 sobre cómo debía de comportarse un ciudadano de su reino ante la adversidad.
Yeshúa no solo proclamó la redención futura de aquellos que son ciudadanos de su Reino, es decir, sus discípulos, sino que transformó un breve manifiesto mesiánico en un código de conducta, una enumeración de cualidades o virtudes deseables para quienes son sus discípulos y herederos del Reino. Les advirtió que, si aspiran a ser sus discípulos, seguramente enfrentarán sufrimiento, incluso la muerte, pero también recibirán recompensa. Cada una de las bienaventuranzas se estructura mediante un paralelismo sintético, y todas las recompensas serán otorgadas en el Reino de Elohím. Allí Elohím confortará, saciará, mostrará misericordia y los llamará.
Yeshúa finaliza su enseñanza comparando a aquel que pone en práctica sus palabras con un hombre sabio que construye su casa sobre la firme roca, en contraste con la inestabilidad de la arena como cimiento, lo cual evita su derrumbe (Mt 7.24-29). Quienes no cumplen con estas características, incluso si profesan ser sus discípulos, no son considerados discípulos de Yeshúa y no forman parte de su Reino:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mt 7:21-24).
Yeshúa concluye las bienaventuranzas con un anuncio fundamental: como seguidores del Mesías, los discípulos enfrentarían adversidades. Él declara: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os insulten y os persigan" (Mt 5.11). Con este anuncio, Yeshúa anticipó una nueva ola de persecución y exilio (cf. Mt 24) para aquellos que serán afligidos por causa de su fe. Los versículos 11 y 12 marcan la conclusión de las Bienaventuranzas, haciendo referencia a aquellos que, debido a su testimonio por Yeshúa, enfrentarán persecución, aflicción e incluso la muerte. Al colocar esta advertencia al final, se establece la conducta que los seguidores del Reino deben adoptar frente a cualquier forma de persecución. Se les insta a no responder con venganza, sino con amor, compasión y paz. De esta manera, imitan el comportamiento y la actitud de Yeshúa en su camino hacia la cruz. Además, se enfatiza la importancia de mantener la alegría en todo momento, ya que son considerados dichosos porque tienen la promesa de entrar en el Reino de Yeshúa. La señal distintiva es que serán perseguidos por causa de su fe.










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