La Experiencia en el Desierto
- 17 feb
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Actualizado: 10 mar

En el contexto de la narrativa de la “tentación” de Yeshúa, se observa una clara tipología entre Yeshúa e Israel. Mientras Israel estuvo en el desierto durante cuarenta años, Yeshúa pasó cuarenta días en ese mismo lugar, enfrentando su propia prueba, como se ilustra en Nm 14.34 y Ez 4.5-6, donde un período de cuarenta días simboliza la duración de los cuarenta años de examinación. Al igual que Israel, Yeshúa es “sometido a prueba” por el hambre. Y, como Israel, también es provocado a la idolatría, como se escribe en Dt 8.2-3: “Y recordarás todo el camino por el cual el Eterno tu Elohím te ha conducido estos cuarenta años en el desierto, para humillarte, poniéndote a prueba para saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Y te humilló y te dejó pasar hambre...”. Aquí, el Satán encuentra a Yeshúa en una situación similar a la de Israel en el desierto, y desea inquietarlo (cf. Mt 6.34).
En el Desierto
Mc, en su concisa descripción de esta escena, nos ofrece un detalle: Yeshúa se interna en el desierto «y moraba entre las fieras» (Mc 1.12-13). En la literatura judía, el desierto es morada de malos espíritus y sheidim-demonios (Mt 12,43; Lc 11,24; Is 13,21; Tob 8,3; Bar 4,35). Dado que debía enfrentarse con el Satán, el Espíritu lo condujo al lugar que, según las creencias judías, era la morada de los sheidim (demonios; espíritus malignos). En la escena se introduce al Satán הַשָּׂטָן (hasatán), del verbo שָׂטַן («interponerse, oponerse, acusar, ser adversario»). Este nombre aparece en Job 1.6, Za 3.1-10 y 1Cr 21.1. Ya desde Gn 2, el Satán se opone a Elohím. En griego, διάβολος (diablo) comparte el significado hebreo: «arrojador, acusador, calumniador». Su oficio en la literatura rabínica es triple: inducir al hombre al pecado (cf. Zac 3.1; Job 2.6ss), acusarlo luego ante el tribunal de Elohím y aplicar la muerte como castigo, siendo llamado «ángel de la muerte».[1]
En la Escritura en general, Elohím (Dios) típicamente solo "prueba" o "pone a prueba", y lo hace con la esperanza de un buen resultado; cf. 1 Tes 2,4; 1 Tim 3,10; Heb 11,17 10; “para saber lo que hay en tu corazón, si guardas o no sus mandamientos” (Dt 8.2-3). El Satán típicamente "prueba" o "provoca" con el único fin de un mal resultado; cf. 1 Cor 7.5; 1 Tes 3.5; Ap 2.10. En cuanto a Mt 4.1 y 3, la actividad de la presencia del Satán da una connotación: Yeshúa está siendo sometido a una prueba al intento de ser "provocado" por el Satán, y lo hace con la intención de indagar quién es la persona de Yeshúa, si él era aquel que venía a aplastar su cabeza (cf. Gn 3.15), de aquí la pregunta recurrente: “¿Si eres el Hijo de Elohím…?”, con la que pretende, al contemplar algún signo portentoso, conocer su identidad.
El texto de Mt inicia diciendo que el Espíritu de Santidad (Lc 4.1) “lo lleva a la parte alta”, lo “empuja” (Mc), lo “llevaba” (Lc; cf. Ez 8.3), al desierto. La expresión «el desierto», precedida por el artículo, señala un lugar específico. De lo contrario, debería decir «a un desierto». Esta formulación lo conecta e identifica literariamente con el «desierto de Judea» (Mt 3.1b; cf. Mc 1.4; Lc 3.2). Pero el hecho importante en que Mt quiere que el lector se enfoque es: el hijo de Elohím (Dios), Israel (cf. Éx 4.22), fue probado en el desierto después del éxodo, y esa historia está siendo recapitulada.
En cada “examinación”, Yeshúa cita del libro de Deuteronomio: de Dt 8.3 en Mt 4,4, de Dt 6.16 en Mt 4,7 y de Dt 6,13 en Mt 4,10. Esta es la clave de la narrativa: estamos ante un relato hagádico (un relato hagádico es una narración o interpretación en la tradición judía que busca explicar, profundizar o enseñar lecciones morales y teológicas a través de historias basadas en las Escrituras. Estas narraciones no son simplemente relatos históricos, sino que están cargadas de simbolismo y enseñanzas que conectan eventos y personajes para ofrecer una comprensión más profunda) que surge de la reflexión sobre Dt 6-8. Yeshúa, el Hijo de Elohím (Dios), está repitiendo la experiencia de Israel en el desierto. La expresión "Hijo de Elohím-Dios" es adecuada porque es el título que Yeshúa, aunque con distinta definición teológica, comparte con Israel (Éx 4.22-23; Dt 1.31; Os 11.1; Jn 20.17). Después de haber pasado por las aguas de un nuevo éxodo en su inmersión (cf. 1 Co 10,1–5), a inicios del mes de Aviv, entra en el desierto para sufrir un tiempo de prueba, siendo sus cuarenta días de ayuno análogos a los cuarenta años de peregrinación de Israel.
[1] Según el Targúm y otras fuentes (b. Pésaj 110.1; Guitin 68.1; Raziel 41.2), a veces es identificado como אשמדאי («Asmodeus, rey de los demonios»), o como סמאל («Samael»), descrito en Devarím Rabá 245.3 como ראש כל השטנים («jefe de todos los satanes») y מלכא דשדים, «el rey de los sheidim/demonios» (Zohar, Dt 120.3). Samael, que combina סמא («cegar») y אל («dios»), según el Zohar (Gn 31.1), «oscureció la faz del mundo», y esto puede leerse en paralelo con 2Co 4.4: «el dios de este mundo cegó el entendimiento de los incrédulos». A menudo leemos (T. Bab. San. 52.1; Imre Biná; Zohar, Gn 22.3) sobre שר הגיהנם ("el príncipe de los infiernos"), identificado en Mt 12.24 como Beelzebú, otro nombre del Satán.
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