Ustedes son la Sal de la Tierra (Mt 5.13)
- 12 feb
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Actualizado: 7 mar

Como rey justo y bueno, Yeshúa presentó el código de vida para aquel que desea convertirse en su discípulo e introduce el yugo que deberán cargar por causa de su nombre. Pero luego, se dirige a sus discípulos con una misión específica, ellos deberán de sanar e iluminar el mundo. Los discípulos de Yeshúa, en su misión de proclamar el Reino de los Cielos, están llamados a ser la "sal de la tierra" y la "luz del mundo".
Me parece que el mensaje de Yeshúa tiene como objetivo señalarle a sus nuevos discípulos que al igual que los profetas no renunciaron a su misión a pesar de la persecución del mundo, los discípulos de Yeshúa tampoco deberán permitir que las injurias de los hombres los desvíen de su propósito, que incluye la salvación de la humanidad. Su vocación es ser la sal de la tierra y la luz del mundo.
"Vosotros sois la Sal de la Tierra"
En el entorno judío, a la sal se le reconocen varias propiedades: realzar el sabor de la comida, preservar la carne y los pescados de la descomposición, y los rabinos también destacan su valor purificador. El primer símbolo, la sal, es valorado aquí por su capacidad de prevenir la corrupción, purificar y conferir durabilidad, más allá de su función de sazonar los alimentos, aunque esta última característica también la hace valiosa e indispensable.
En la liturgia israelita, la sal, debido a su poder purificador y abrasivo, debía añadirse a toda ofrenda, mientras que la levadura y la miel estaban prohibidas en las ofrendas (Lv 2.11). Esta adición de sal se menciona en Levítico 2.13 como la "sal del pacto de Elohím". En consecuencia, un pacto que debía ser inquebrantable y eterno era denominado "pacto de sal" (Nm 18.19; 2 Crn 13.5), atribuyéndose a la sal la capacidad de conferir perpetuidad al pacto de Elohím (Dios) con su pueblo. Sin embargo, la permanencia de ese pacto se sostiene únicamente por la fidelidad inquebrantable a la Palabra divina. Así, la sal en las ofrendas simboliza la Palabra de Elohím, que santifica y fortalece la alianza.
Esta simbología se refleja en la designación de los discípulos de Yeshúa como "la sal de la tierra". Para el mundo—es decir, para la humanidad—los discípulos de Yeshúa deberán ser lo que la sal es para aquello que se sazona: un agente que previene la corrupción moral. Sin embargo, no pueden cumplir esta misión por sus propias capacidades humanas, sino únicamente a través del poder de la Palabra viva que da vida al mundo (Jn 6.33, 48). Al ser portadores de esta Palabra, Yeshúa los llama "la sal de la tierra".
Si los discípulos no llevan en sí mismos la sal de la Palabra de Elohím-Dios (Mc 9.50), no solo serán incapaces de cumplir su misión, sino que también serán desechados como la sal que ha perdido su fuerza y es pisoteada por los hombres. Aunque estrictamente hablando, la sal no puede perder su sabor y seguir siendo sal, y así deberá ser un verdadero discípulo de Yeshúa. Pero una sal que ha perdido su fuerza es arrojada fuera de la casa y pisoteada por los transeúntes. Como explica Lc 14.35, ni siquiera sirve como fertilizante. A través de esta imagen, Yeshúa no solo declara la total inutilidad de un discípulo que ha perdido su vocación, sino que también señala su rechazo y expulsión del Reino de Elohím. Si un discípulo de Yeshúa pierde la sal de las Buenas Nuevas y la Palabra divina y se vuelve inútil, hasta el punto de ser arrojado y pisoteado, la implicación de su expulsión del Reino de Elohím es innegable.
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